Hemos considerado apropiado realizar una serie de notas relatando, de una manera sencilla y comprensible, todas las vicisitudes transitadas por nuestros vecinos en cada momento y aún posterior, al hecho que se conmemora en estos próximos días, en finales del mes de febrero.
A tales efectos, repitiendo el relato que a través de varias notas hicimos conocer en los días en que se conmemoraba el Bicentenario de tales acontecimientos (en el año 2011), presentamos de esta manera esta “Breve Crónica Previa y Posterior a Asencio”.
I - Se agitan y movilizan los patriotas
La antigua población de Santo Domingo Soriano despertaba día a día, con su trajín horizontal, movilizándose sus vecinos con destino hacia sus rutinarias ocupaciones, las que no eran muy variadas, debido a la propia ubicación del rancherío.
No siendo día de guardar, las mujeres permanecían en sus habitaciones cuidando de sus numerosos hijos y dedicadas a las labores propias del hogar, mientras que un grupo de hombres, ensillando sus equinos, partían en busca de obtener el sustento diario, uniéndose en partidas, para ubicar y elegir un vacuno para carnear y cuerear.
Mientras otros brazos útiles se dirigían hacia las orillas del Río Negro, ya que junto a su ribera atracaba una embarcación de escaso volumen, trayendo desde la capital del Virreynato (Buenos Aires), numerosas mercaderías para las distintas pulperías del pueblo y de sus alrededores. Colaboraban entonces allí en la descarga y trasiego hacia distintos lugares de los productos requeridos por los escasos comercios del poblado.
El movimiento comenzaba como en cualquier lugar habitado: algunos integrantes de las milicias salían a recorrer los campos cercanos observando si algunas partidas de gauchos alzados o ladrones de chinas y ganados deambulaban por esos sitios; el Comandante, desde su Cuartel, envía un chasque con destino a la Capilla Nueva, a poco más de siete leguas de distancia, trasmitiéndole las noticias que habían traído en aquella embarcación, relacionadas con la situación política del momento, convulsionada desde mediados del 1810; otros vecinos, enterados también de esas noticias toman rumbo hacia distintos lugares, para desparramarlas entre los habitantes de la jurisdicción que vivían en zonas rurales, estando apartados de otros medios de comunicación que no fuera “el boca a boca” y así se iban enterando de los acontecimientos que se sucedían del otro lado de los ríos.
Se palpa cierta agitación e inquietud, las que contrastan con la tranquilidad centenaria de la Villa. Es buena cosa mantenerse informado, pues se está preparando una tormenta y el aire se nota enrarecido.
Los acontecimientos se precipitan y ateniéndonos a la numerosa correspondencia de la época, recogida en distintas publicaciones y archivos de uno y otro lado del Río de la Plata, era ya imposible aguardar más tiempo sin que estallara “la gran tormenta”, la decisión de los criollos de liberarse de la opresión que ejercían las autoridades españolas, tanto en la faz personal, funcional y comercial, despreciando a aquellos y manteniendo y haciendo cumplir decretos y ordenanzas propios de épocas ya transcurridas.
La oportunidad se busca y el pretexto se encuentra, allegándose a la zona de Asencio quienes han sido calladamente convocados por aquellos jinetes que, disimulando sus cometidos, iban haciendo conocer cómo se sucedían los hechos en los distintos lugares de la Banda Oriental y también en la vecina orilla; se observaban con atención, asimismo, los movimientos que se daban dentro de las murallas de Montevideo desde la llegada del nuevo Virrey Elío.
Llega el momento y estalla el malón, que arranca desde los benditos campos de Asencio, confundidos en el tropel vecinos de todas las zonas cercanas quienes habían estudiado los movimientos de los Blandengues que estaban apostados en la hoy Mercedes, aún conocida como la Capilla Nueva.
La fuerza de ese entusiasmo arrolla a quienes defienden el tambaleante poder español y los acontecimientos se suceden, transformándose en el “Grito”, en lo que conoció luego, por imperio de las palabras de Artigas como “la Admirable alarma”.
Conocemos los detalles que culminaron con aquella inquietud, reflejada en la propia manera de conducirse, tanto los vecinos de los pequeños poblados de entonces como de quienes ejercían la autoridad de los mismos, a través de la numerosa correspondencia que se intercambiaban entre unos y otros y también con la misma Junta establecida en Buenos Aires.
Sabemos así que de una reunión encubierta con pretexto de un baile o festejo, habitual en los dispersos vecinos de entonces, se congregaron numerosos futuros patriotas para, con esa excusa, estar prontos para dar rienda suelta al estallido de los rencores contenidos en sus corazones. Muchos disimulaban el motivo verdadero del llamamiento, mientras que otros, en pequeñas partidas, se ocultaban en los montes cercanos a la espera del momento oportuno. Pero también las autoridades recelaban de que algo se estaba tramando, por datos que obtenían de distintos habituales transeúntes que, por sus ocupaciones, recorrían casi diariamente el penoso camino entre la Villa de Soriano y la Ayuda de Parroquia de la Capilla Nueva (Mercedes).
Cansados de disimular los criollos se apresuran a ensillar sus pingos y en tropel parten hacia la hoy Mercedes a la carrera, mientras que han salido a cortar su paso un pelotón de 20 blandengues (los que representaban entonces a las autoridades españolas) y una docena de vecinos simpatizantes de ellas, comandados por don José Maldonado. Mientras los criollos parten desde las cercanías del Arroyo Asencio a casi 3 leguas de la actual Mercedes y a una distancia algo mayor de la vieja Villa de Soriano, encontrándose con las fuerzas opuestas próximo al arroyo Dacá. Se producen allí unas escaramuzas y pronto son doblegados los realistas, escapando algunos, otros cambiando de bando y otros varios tomados prisioneros.
Quien comandaba estos aparece en la noche en Mercedes, empapado y embarrado, luego de ser rescatado por un isleño de las aguas del Río Negro, trayendo las noticias de lo sucedido. El alerta se intensifica y la ebullición crece, preparándose los vecinos de la Capilla Nueva de Mercedes, a enfrentar a los que ellos consideran como bandidos y asaltantes.